26 de febrero de 2025

History/Uncategorized

El pan nuestro de cada día

Empecé a guardar estos bread clips en enero de 2022. En aquel momento me sirvieron para sujetar algunos cables en el piso de Neukölln. En aquel piso había mucho para sujetar y recoger. Nuestra amiga Marlene nos lo dejó para que tuviésemos tiempo de buscar un piso en el que quedarnos definitivamente. Era un piso a medias, con muebles de época y decoración de estudio fotográfico. Y algunas cosas un tanto precarias, necesitadas de atención. Mientras vivimos en él, reparé lo que pude en agradecimiento a Marlene y como muestra de buena voluntad con el nuevo tiempo que comenzábamos. De hecho, antes de irme sustituí los clips con bridas, medio para dejarlo todo más decente, medio para quedarme con los clips.

No sé exactamente qué me impulsó a seguir guardándolos cuando nos mudamos al segundo piso —hubo un tercero. Allí todo estaba en perfectas condiciones. Mi esposa se reía de mí mientras recordaba ostras excentricidades mías. Primero los guardé en un bote de chicles pero ya en el piso siguiente, seguíamos comprando pan y yo continuaba guardando los clips. ¿Para qué? No lo sé. Todavía hoy me lo pregunto, pero ahí están, tres años. Seguro que hay una respuesta.

Empiezo a olvidar los comercios en los que comprábamos, las tiendas de barrio y los supermercados. En Graz continué guardándolos hasta el pasado mes de enero. Tres años es suficiente, en algún momento hay que parar para darle sentido a la acción, al objeto. Son tres años de lugares, viajes, personas, reuniones, comidas y fiestas. Hemos compartido el pan todo este tiempo con amigos y familiares. Cuando era pequeño hacía cosas parecidas. Guardaba todo tipo de cachivaches, atraído por la forma unas veces, otras por el color o por la rareza, pero es una conexión demasiado fácil.